Cuando cantaron todas las estrellas,
los hombres buenos se alegraron.
Ante mística audiencia se posó el pensamiento,
enemigo galopando
con estrépito de voz perdida.
Allí mismo surgió entonces una isla discreta,
una antigua ciudad mutante
de tornillos engrasados;
una asepsia que no daña la vista,
quizás una visión de voluntad
alucinada por la ingenua arquitectura
que soporta el equipaje de arcilla.
Es fuerte, sin embargo,
el entramado de cables que aún conocen
la dimensión preferida por las alfombras
que recorren las escaleras.
Como la cumbre de una montaña,
la curva de una rodilla.
4 comentarios:
Quizá un buen lugar, quizá solo un escape, un cable a tierra. O algún lugar donde soñar, donde creer.
Las islas están para que no nos lleguen los gritos enemigos y vos estás para llevarme de la mano siempre por ese mundo de montañas rodillas. Un abrazo poeta bella, gracias por siempre estar cerquita, se siente.
Pues buscaremos una isla montañosa, de la mano se viaja mejor.
Lo que necesites, gentil héroe poblado de sueños.
Me encanta la metáfora que has usado para esta frágil y a la vez entramada vida. Como comenzar la existencia desde lo puro, ya sabemos de la contaminación pero también hay islas donde aislarse. Muy dentro, muy cerca.
Precioso Susi, me alegra sentirte de nuevo
Las islas ofrecen misterio y salvación.
Me alegra que me sientas.
Un abrazo largo, Ana.
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