De sus alas caen plumas,
carne cruda en el escaparate.
Átomos ciegos persiguen
su ingenuidad.
rastros de sangre,
alientos rancios,
peinetas, velos, capotes,
escupitajos directos
al rostro del ángel.
Sigue hablando, dime cómo es el cielo
cuando la niebla no lo cubre con histerias
o silencios, con ratas, habitaciones de llanto
llenas del humo del incendio sofocado
por un espíritu divino.
Camina por los valles, rosa de los laureles,
anima a los niños salvajes
con el olor de tus pétalos
sin notas falsas
a ser luz en la noche del asfalto.
2 comentarios:
Estoy llorando, porque dentro de este poema hay algo que soy yo, y ya no veo ni que pongo. Estoy vieja amiga querida, todo me hace llorar.
Eso que tú llamas 'estar vieja' no es sino haber ganado la batalla a la crueldad, que nos quiere hacer crueles. Cuando has sufrido, como todos, y no has dejado que tu sensibilidad se vuelva tan vil como lo que te rodea, lloras por todo.
Yo, cada día más llorona, cada día oponiéndome con más fuerza a la crueldad.
Lyli, aunque no podamos estar juntas, y mira que me gustaría, cada vez te siento más cercana.
(a ver, que te seco las lagrimitas de puro amor a la vida...)
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