Como en el mundo de Beckett, en este espacio caleidoscópico las ideas están atrapadas en un cuerpo en ruinas que jamás podrá fijar la identidad de una realidad que constantemente se transforma.
Allen Ginsberg, tras leer las críticas oficiales a su poema Aullido:
"La poesía ha sido atacada por un aterrorizado hatajo de ignorantes y pelmazos que no comprenden cómo se hace, y el problema con estos cretinos es que tampoco la reconocerían si se les apareciera en mitad de la calle y se los follara a plena luz del día."
Pétalos en flor de éxtasis unen sus tiempos para desmentir el hacha que abate los números. El hormiguero se redondea en ombligo de árbol, esfera reunida para el nacimiento, ojos y bocas, antenas doradas, pasos leves sobre caminos de madera. Al trébol le nacen mil hojas coloradas por el hierro de la tierra roja. Y volviendo a casa, sale a mi encuentro.
Yo quiero ser Bukowski.
Emparentar el güisqui con la estepa
y calentar las tripas de los pobres
a la vez que alguien me quema el aliento
con la lengua de una cobra.
El sobre en el que envía su esencia
no requiere de la estampa de un rey
con perfil de piedra y ribetes de ganchillo.
Sale por la ventana como rayo desnudado en la alcoba,
valiente y claro, sutil y ardiente.
Retumba el cielo y el nombre del poeta
es brindis en el suelo.
Sus cañones escupen flores de cristal.
Cuenta la leyenda que cada 100 años se puede ver una luna llena única, rosa como el algodón de azucar. Este color de la luna sólo se puede ver desde un país, y cada vez que ocurre, sucede en un país distinto, nunca se sabe dónde será. Se dice que esta visión posee grandes poderes, los más fuertes de la historia: el amor... Los enamorados que vean esta luna juntos, permaneceran unidos para siempre, en esta vida y en todas las que vengan. La próxima luna llena será rosa.