Sonó la muerte a cristal
cuando se partió el espejo en mil pedazos.
Cada uno de ellos era un rostro que me miraba
desde el suelo, ojos, boca y frente,
pero la nariz no estaba.
No sé cómo desapareció ese suntuoso
extremo en la cabeza,
entrada de caprichos olfativos,
apéndice redactor de Cyrano.
Sin ella ya no podría oler la nieve
cuando me llama su aliento para que no duerma.
Reflejo del agua viva, caleidoscopio disperso,
reúne los pequeños restos en tu óvalo bruñido,
quiero verme toda la cara,
la de dentro, la del alma,
algo no va bien dentro de mi pecho,
lo siento cansado y lento, muy lento...
4 comentarios:
La fragmentación opaca la invisibilidad que puede generar la sinergia del apéndice nasal con la cara del alma, que si falta la astenia se hace recurrente...¿Será que estamos en primavera?
¡Mamma mía, cuanta divagación! Y a lo mejor me he ido por las ramas de mayo y estamos en abril aun.
El mago del otro lado, algo de brujo esperando tarde de fútbol.
¿Si falta la astenia se hace recurrente la sinergia?
Nunca lo hubiera pensado....
Pues la idea me la diste tú con eso de los cristales rotos, así que no te quejes, Brujo jejee
Besarkada bat.
Hace poco he visto por tercera vez "el perfume" donde las intensidades de ese apéndice que describes se elevan a límites insospechados. Intenso también el cierre de tu poema, nunca dejas indiferente.
Muxu
A veces las intensidades de determinados apéndices nasales, seguramente derivadas de su tamaño,
acercan demasiado lo sublime con lo terrible.
Gracias, Ana. Muxu muxu muxu...
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