Caen gotas de estrellada noche sobre
el hule desgastado.
Ameniza el baile de luces sombrías
una larga lista de nombres y números
formando pirámides truncadas
y fugaces elipses que se ensamblan
para autodestruirse en 15 segundos,
14, 13... mientras el familiar ruido
de siempre decide en primera instancia
cuál será el resultado de la igualdad
con variables imprevistas.
Resbalan números y letras por las cicatrices
del doméstico plástico sobre la mesa.
2 comentarios:
Muchas veces recuerdo el hule que tenía mi madre en la mesa cuando era un crío...y las partidas de cartas que sobre él echábamos, y que bien patinaban las mismas sobre su superficie.
Actualmente parece que de nuevo el hule vuelve a retomar primer plano sobre las mesas.
Saludos Susi y buen comienzo de semana
El B. de L.
Es verdad, el mantel de hule es un clásico entre nuestros recuerdos.
Voy a hacerte una confesión, Benja: mi mantel no es de hule, pero lo transformé.
Bssssssssssss
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