Bebe el perro del charco
moviendo el cielo que habitaba en él
desde las últimas lluvias.
Expresiones invisibles de lo eterno,
fruto del aire,
reverberan sobre el agua
hasta que se deshacen
convirtiéndose en reflejos áureos
de imposible porcelana sobre el agua
que conforma el ser.
Gran lago para los niños,
charco,
moja mis pies
como antes de sentir
que pesa la gravedad,
la llegada de lo enorme,
como antes de nacer.
Déjame recordar la mínima
resistencia de tu agua,
flor de un día,
para formar coronas de gotas
que adornen el núcleo
de mi frágil, de mi leve,
de mi diminuto cuerpo
protegido por las olas.
Como antes de nacer.
5 comentarios:
¡Qué poema mas bonito!
Me resultan todos los versos geniales, pero esto es extraordinario para mi gusto personal:
Déjame recordar la mínima
resistencia de tu agua,
flor de un día,
Susi...yo tengo un perro y la verdad, cada vez que le veo beber en un charco de agua estancada me llevan los demonios. Solamente le dejo que lo haga cuando vamos al monte en mutua compañia, pero en el barrio ya sabe que le riño jajaj.
Saludos y tu poema es genial.
Por cierto...creo observar que esa foto es tuya por la firma que se aprecia en la parte inferior derecha. Si es así mis felicitaciones porque la fotografía es de gran sutilidad y refleja además esos instantes cotidianos que muchas veces pasan desapercibidos.
Abrazo
Sí, a mi me pasa lo mismo con mi perrita, que bebe de cualquier sitio.
Pero también es cierto que vivimos en el monte, no suele haber problema.
Sí, la foto es mía, y me parece lo mismo que a ti. De repente se para el tiempo y una escena cotidiana cobra un valor que no habías advertido antes. Y si tuneas los colores, como hice yo, la atmósfera cambia por completo.
Gracias por la visita, brujo.
Acordarnos de aquel charco en el que jugábamos de niño o abrir un universo en un pedazo de suelo desnivelado, puede ser un ejercicio de rebeldía no sabemos contra qué, quizás sea recordar lo poco que hace falta para abrir una sonrisa o como nos alejamos de lo más sencillo y tierno.
Un saludo, Susi.
Sí, abrir una sonrisa y despertar el recuerdo de mi propia rebeldía.
De pequeña deseaba que lloviera para ponerme mis katiuskas y dedicarme a saltar de charco en charco.
Al llegar a casa ya sabía lo que me esperaba, pero ese placer no me lo quitaba ni mi madre.
De vez en cuando, recordar esa naturalidad de los niños te hace saber quién eres, y entonces nadie te equivoca.
Hasta pronto, Efe.
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