Se revoca la imprescindible dulzura
para dar paso al emulgente perfecto,
adorador de mapas y planes,
conocedor de secretos.
Rubicundo aparece entonces el Doctor Batracio
envuelto en su bata blanca, impoluta,
desde antiguo venerada por los huesos
de los muertos que habitan las paredes de las casas
y los túneles del metro.
Un matraz descansa en su cintura
mientras se quita el sombrero para saludar
el orden incuestionable
de las sagradas escrituras
reveladas en escala ascendente
por inspiración divina,
vademecum finalmente organizado
por su preclaro cerebro.
El nuevo dios todo lo observa
desde un triángulo equilátero,
paradero desconocido para el común de los mortales.
Está pensando en un terrible aguacero...
5 comentarios:
Bueno, esperemos que ése paradero desconocido lo podamos encontrar solucionando el teorema del cateto...despejando previamente su radio santificado.
¡Espera un poco! Que voy a mirar el Vademecum a ver si encuentro un medicamento revelador que ayude a descifrar poemas jajaja
La imagen no la he podido ver, porque por motivos de las cortapisas de mi empresa, la veo en blanco.
El diluvio hace tiempo que pasó, y el arco iris quedo como señal de aquel espectro, o sea que el aguacero será minúsculo, por lo menos eso pienso yo.
Un abrazo
Kaixo, Benjas.
Me encanta cómo desarrollas el gran problema de los catetos. Hay médicos que, más que curar, son vigilantes de las costumbres ajenas.
Menos mal que existen otros como tú, vividor, bebedor y con un muy especial culto al cuerpo (al de tu magiar, claro).
Besos a ti, oh brujo que redimes el bello arte de la sanación.
Estás que te sales en esta versión de gran hermano.
Besos genia!!
Gracias, mi querida Huellas.
Siempre un placer recibir una visita tuya.
Un abrazo enorme, poeta.
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