Del ruido me desentiendo
al entrar en tu templo,
bendito por cantares y oraciones
que inmolan
en rosas y azules
los rayos más lentos.
El tiempo
no existe,
no existe
el peso
no existe,
no existe
el peso
ni la masa,
lo físico
ni lo divino,
explicaciones sin ganas,
explicaciones sin ganas,
el espacio, el todo, la nada,
decadencia o nacimientos.
Tras la música, un silencio de claras miradas
se apodera de dos seres bordeados de esquinas
que defienden el centro del caos,
se apodera de dos seres bordeados de esquinas
que defienden el centro del caos,
frágil como eco de viento.
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