Un amor como ése no se olvida en el asiento de
atrás de un taxi en una noche de fiesta, no se hiere
su recuerdo con malas prendas ni vino agriado,
no se esconde su retrato, no se difama su rastro,
diáfano como una puerta abierta.
El amor del elegido por el dedo sabio de
la diosa no se esconde tras la cortina como
un vulgar fantasma cuando hay visita, no se
rinde ante lo dado, no destierra su pasado,
presente como una ciega herida.
Ese amor de belladona borda con hilos de estrellas
y siempre suministra un soplo de existencia.
Extrañado de su vida eterna,
se posa sobre mi hombro para reptar por ella,
por la curva malabar de mi cadera.
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